La Villa de Santa María Ribarredonda está situada en la comarca burgalesa de la Bureba. Por aquí trazaron los romanos su Vía Aquitania que concluía en el Atlántico de Galicia; por esa Vía circularon visigodos, árabes, francos, peregrinos a Santiago y soldados de Napoleón. Se aprovechó luego para el Real Camino de Madrid a Francia; después Nacional I.
El ferrocarril y la autopista vivieron más tarde. Hasta el modesto río Oroncillo, de 36 kilómetros de curso, baja desde las fuentes de Cascajares recogiendo las aguas que a lo largo de las cuestas de los Obarenes bajan por inercia caminando hacia el Ebro. Es muy probable que en la Prehistoria y en la época romana hubiera algún poblamiento estable en el actual término de Santa María Ribarredonda. Pero, el cambio radical español del año 711 provocó la desaparición de aquella presunta personalidad y la aparición de otra nueva, que dura hasta hoy. Santa María de Ribarrdonda, nació antes de que la Bureba quedara asegurada para Castilla, con la ocupación de Pancorbo, la fundación de Burgos y la presencia cristiana en Castrogeriz. Todo esto sucedió a finales de siglo IX, bajo el mando del Conde Diego Rodríguez (Porcelos). A partir de esas fechas, se comprueba una actividad colonizadora en toda la Bureba y es entonces (años 885-900) cuando nacen la casi totalidad de las villas que hoy existen y otras muchas más que han ido desapareciendo. Entonces se funda nuestra villa que solo se llama Ribarredonda. Riba es la forma castellana de Ripa latina. Riba es un accidente geográfico que es “porción de tierra con elevación y declive”; del que tenemos un exacto ejemplo en el pueblo y, además, circular, lo que tenemos un exacto ejemplo en el pueblo y, además, circular, lo que explica el nombre Ribarredonda (Ribazo redondo).
Así se llama la villa en el primer siglo y medio de su existencia. El nombre de Santa María llegó después cuando el caserío se agrupó en la vecindad de la iglesia dedicada a Santa María, Madre de Jesús. La primera cita documental es del 1 de julio del año 957 y la leemos en el Cartulario de San Millán de la Cogolla. En esta fecha, un donante con rango de abad y Adolfo de nombre, se integra en la comunidad de monjes de San Mamés (Pancorbo) y entrega una hacienda importante que posee en Bureba y Tobalina, “entrego mis casas de Silares, huertas con frutales, un molino, lineras y tierras en Bureba y en Ribarredonda... en Vallarta y en Pancorbo, Villanueva y Tobalina, libros, caballos, y otras casas en Ribarredonda... Importante parece el patrimonio de don Adolfo y hasta lujoso, pues en aquel tiempo eran un lujo los caballos y los libros. Tenemos que aguardar ochenta años para volver a saber de nuestra villa.
Han pasado muchas cosas, como el ascenso de Castilla de condado a reino y como el traspaso de la Bureba al reino de Navarra que ha puesto gobernadores en Poza, en Pancorbo y en otros puntos. En Ribarredonda se han fundado dos monasterios de carácter familiar, uno titulado de San Clemente y otro de San Antonio. Estos monasterios acaban siendo absorbidos por otros más vigorosos. En el año 1037, don Diego Muñoz, su esposa y sobrinos, heredan el monasterio de San Clemente, a las afueras de Ribarredonda con su hacienda en casa, capilla, huerta, manzanares, la mitad de un prado, tierras y viñas. El monasterio se lo ofrecen a San Millán de la Cogolla y al abad don Gómez. Veinte años más tarde, 1 de marzo de 1058, el monasterio de San Antonio es también agregado a San Millán. La donación la realiza el propietario, el sacerdote Fernando que profesa en el monasterio emilianenese y se acompaña de una dote importante. La ofrenda la confirman el rey don Sancho de Navarra, y su gobernador en Pancorbo; pero don Fernando añade una cláusula original; que todos esos bienes los administrará él mientras viva luego, sí, pasarán a San Millán. Como señala la escritura, todo lo donado está en Santa María Ribarredonda, villa que está en la Bureba. Queda completado el nombre: la villa será hasta hoy así llamada.
El último día del mes de octubre de ese año (1058) hay un suceso en Santa María Ribarredonda que, sin pretenderlo ilumina una fecha importante para Castilla. Don Pedro Muñoz, de la familia que en 1037 hizo la donación a San Millán del monasterio de San Clemente, repite su generosidad entregando la hacienda que ha sido recibida de sus tíos. En el verano de 1058, Pancorbo y los alfoces burebanos habían vuelto a su madre Castilla. Se suceden los documentos referidos a Santa María Ribarredonda existentes en el célebre monasterio riojano en los años 1068, 1082 y 1090. Pero el más importante es del año 1086, por que vuelve a intervenir el monje Fernando, el dador, treinta años antes, del convento de San Antolín.
No se nos presenta como abad, sino como fervoroso monje que han construido, “en la misma Riporotonda” una iglesia y dependencias, dedicada a la Santa Cruz y que ha conseguido que venga a la Villa el primado de España y arzobispo de Toledo, don Bernardo y que ha beneficiado su obra, acompañado del rey, de otros seis obispos y de cinco abades, más los magnates artesanos. La lista de bienes entregados a la nueva iglesia y por ella, a san Millán es ricamente alargada: aparte del antiguo monasterio de San Antonio se añaden ahora 59 haciendas en 23 villas de La Bureba, Tobalina y Valdegovía, además de casas, molinos y otros bienes. Fue una jornada brillante, la más brillante que Santa María de Ribarredonda ha conocido y una de las más generosas donaciones a San Millán de la Cogolla a través del priorato de la Santa Cruz. Siguen unidos el monasterio de San Millán y la Villa como podemos ver otros documentos. Pero, podríamos añadir otras cuatro fuentes de información sobre Santa María Ribarredonda, cuales son el monasterio de Santa María de Vileña, fundado por Doña Urraca, reina de León; el monasterio de San Salvador de Oña, también presente en la villa; el cabildo Catedral de Burgos en el que hay pergaminos referentes a Santa María y al monasterio de las Huelgas de Burgos.
Todo ello nos indica la importancia y significación de la villa, así como su densa Historia que, aquí apenas podemos insinuar. Lo más admirable es que los vecinos supieron defender su soberanía municipal y conservada dentro del realengo, valor que no supieron o pudieron guardar otras villas que pasaron al señorío particular. Los mismos condestables de Castilla, que tanto poder alcanzaron en Castilla Vieja, no pasaron de ser fuertes propietarios; aunque se dice que tuvieron en la Villa casa-fuerte, no aparece probado. Al comenzar la Edad Moderna, Santa María Ribarredonda es villa próspera que ha superado las pestes de los siglos XIV y XV y que siente vigor suficiente para acometer una obra costosa y, al mismo tiempo, exponente de la religiosidad de aquellos vecinos y del buen gusto artístico que les acompañaba. La iglesia parroquial es uno de los templos más hermosos de la archidiócesis burgense, que tantos tiene. Sabemos que las obras comenzaron en 1518 y que el maestro Répide lo acabó en 1583. Este templo ha sido descrito y admirado repetidas veces y sus merecimientos artísticos son tan evidentes que figuran en todas las antologías del Arte. Tras los arquitectos intervinieron los escultores, retablistas, pintores y decoradores. El resultado fue una espléndida iglesia dedicada con justicia a Santa María, como la modesta iglesita del siglo IX. Los vecinos era y son conscientes de la valía de su templo parroquial. Un visitador eclesiástico pudo escribir en su informe: “Tienen (su iglesia) hecha una perla”...Algunos de esos vecinos comenzaron en el siglo XVI a reclamar sus derechos de hidalguía, en reconocimiento legítimo de los servicios de sus linajes. Los mismos vecinos que sostenían sendos hospitalillos para pobres y peregrinos y una escuela para 30 niños, cuyo maestro percibía 50 fanegas de trigo por su estipendio.
Santa María Ribarredonda fue cabeza de una de las Siete Cuadrillas que componían la merindad de la Bureba y que comprendía las localidades de Calzada, Cubo, Fuentebureba, Miraveche, Silanes, Ventosa, Villanueva del Conde y Zuñeda. La situación de la Villa sobre el Camino Real y en el campo de Pancorbo provocó graves inconvenientes en el primer tercio del siglo XIX por el paso de los ejércitos franceses y españoles, en las de la Independencia y las Carlistas. Con la paz, esa misma situación volvió a favorecerla. En 1843, Santa María contaba 390 habitantes. En 1900 sumaba ya 558 y en 528 en 1950. Un dato curioso es que en 1659 la Villa la fuera señalada como lugar de destierro a don Esteban Manuel de Villegas, de Nájera, por atreverse a censurar la política del rey Felipe IV, censura justa y simpática en los versos que también manejaba don Esteban. Pasó un invierno en Santa María Ribarredonda. De ésta han salido hijos ilustres que han aumentado el honor y respeto a su pueblo con sus brillantes servicios a la iglesia y a la sociedad. Se mencionan a don Lucas Ruiz de Ribayaz, gran musicólogo del siglo XVII; al pedagogo y político don Eugenio Cemborain España y al sacerdote don Hermenegildo González López, canónigo de la Catedral burgalesa. Santa María Ribarredonda ha soportado los profundos cambios operados últimamente en el campo español, con la emigración derivada y el predominio técnico industrial. Sobre ella sigue gravitando su buena situación que propicia la instalación de los pertinentes servicios, base para encarar un futuro fundado en los valores que durante más de mil años han inspirado la vida y conducta de los vecinos: su patriotismo castellano y español, su seriedad y responsabilidad, su hidalguía y religiosidad.